TURISMO Y PATRIMONIO: Otredad e Identidad

TOURISM AND HERITAGE: Alterity and Identity

Tania Siedlecki Huerta[1]

Resumen: La propuesta se refiere a la metamorfosis que se observa en los museos en el contexto actual para interactuar mejor con las comunidades  en las que están insertos y con los turistas. El museo ha pasado  a servir a una sociedad de masas donde el Turismo  es un hecho irreversible. Ayer sus funciones eran de conservación e investigación, hoy promueven la difusión/divulgación de manifestaciones representativas de la multiculturalidad  conjugando en sí mismo un papel comunicador, educativo y lúdico. Es  el museo el que mejor refleja el triple valor del Patrimonio: un valor formal que tiene que ver con la estética,  un valor simbólico significativo que tiene que   ver con las identidades y un valor de uso, que es el que más relación tiene con el Turismo.  Es la mirada del otro puesta en lo nuestro que nos induce al concepto de   patrimonio como construcción social. Como hacer que el museo genere un espacio de  apropiación, reflexión y  fruición por parte de los sujetos, y que la(s) historia(s) que cuente(n) sean entendida(s) con cruces y heterogeneidades por todos los visitantes y no solo por los mejores posicionados en el campo intelectual y cultural?

Palabras clave: Patrimonio. Turismo. Otredad. Identidad. Museos.

 

Abstract: This paper analyzes modifications held in museums in order to have a better interaction with local communities and tourists as well. Museums are at present at the service of a mass society where Tourism is a fact. If conservation and research were in the past the tasks of a museum, nowadays they have to reveal and broadcast multicultural forms and have to do it in an educative and playful manner. Museums reflect the three folded value of heritage: formal aesthetic value, symbolic value related to identities and use value, related mainly to Tourism. The look of the others on our culture makes heritage a social construction. How to transform museums in spaces of appropriation, reflection and enjoyment for visitors and how to achieve that everybody but intellectual classes can understand history as heterogeneous and crosscut?

Key-words: Heritage. Tourism. Alterity. Identity. Museums.

Introducción

La propuesta refiere a la metamorfosisis que están padeciendo los museos en el contexto actual para interactuar mejor con las comunidades  en las que están insertos y con los turistas, sus habituales consumidores. Se trata del museo y su entorno: patrimonio cultural y aprovechamiento turístico.

El museo ha pasado a servir a una sociedad de masas donde el Turismo  es un hecho irreversible: la “clase turista” se ha instalado en el mundo y avanza sin encontrar resistencia. Ayer sus funciones eran de conservación e investigación, hoy promueven la difusión/divulgación de manifestaciones representativas de la multiculturalidad conjugando en sí mismo un papel comunicador, educativo y lúdico.

Cómo presentificar el pasado en estas instituciones, a través de la(s) historia(s), de el o los patrimonio(s), y de la(s) identidade(s), y cómo comunicarlo en un mundo globalizado, unipolar y con marcadas desigualdades socioeconómicas,   cómo lograr la homeostasis entre Patrimonio y Turismo,  qué herramientas utilizar y desde dónde, para manejar sustentablemente esa delicada díada.

Los cinceles del Siglo XXI

Llegamos a un siglo XXI donde las tradicionales coordenadas tiempo-espacio pierden sus cronometradas precisiones y en consecuencia el tiempo que emerge es disperso, inconmensurable e incontrolable. El espacio se ha convertido en un espacio de paso, de tránsito, de transporte, de transiciones de interferencias y de comunicaciones, de pasajes y distribuciones que permiten dibujar un mapa fluctuante, inestable y a veces laberíntico. En lo económico, estamos sometidos a la incertidumbre que resulta de la economía globalizada, por la cual todo lo que sucede, siempre se debe a una decisión que tomó otro, otro de otro y así en mas.  El sujeto de poder son los capitales móviles. Su localización sigue el modelo de contigüidad. Es el mundo metonímico de Kafka estamos sometidos a un conjunto heterogéneo de factores que trascienden nuestras determinaciones y nos modelan en medio de relaciones sistémicas a  nivel mundial, regional, nacional y local. Los cinceles: La caída de los paradigmas; el desarrollo desigual; el nuevo orden internacional; y el Turismo, cuya importancia como sector económico aumenta en manos de hoteleros y agentes del sector pero permanece casi ausente de la curiosidad académica o artística y de las políticas municipales y/o estatales. Los intelectuales no parecen apreciar el producto mientras que “la clase turista” lo consume con fruición.

Caída de los paradigmas

La rapidez del cambio en la revolución industrial promovió una conciencia de las contradicciones, la desigualdad y la falta de continuidad de la evolución social. Eso alimentó las especulaciones acerca del mercado libre, las economías de crecimiento cero y el socialismo científico como modelos para el futuro, especulación que guarda íntima relación con la acción política.

Hoy en el mundo se desarrollan múltiples procesos de integración económica. Todos ellos son polémicos, conflictivos, fluctuantes, imperfectos, humanos y están condicionados por el cambio vertiginoso en la sociedad: nuevas realidades demográficas, la cuestión ambiental; en la política: caída del comunismo, presencia  de un centro único de gravedad, el nuevo rol del Estado Nacional; en la economía: la globalización, la circulación internacional de fondos; y en la tecnología: las nuevas tecnologías producen un mundo interdependiente conectado mediante redes de información y de dinero, que están fundadas en sistemas electrónicos de comunicación basados en la generación de conocimiento y procesamiento de información, y codificados culturalmente. Todo esto sucede en medio de relaciones sistémicas a nivel Mundial, Regional, Nacional, Local.

El desarrollo desigual

Dos o tres siglos de industrialización a marcha forzada han dado lugar a la sociedad menos igualitaria de que se tenga noticia. Durante los treinta años de gloria después de la 2da Guerra Mundial, estaba de moda simplificar las situaciones analizando compartimentos estancos, así como prever el futuro mediante la extrapolación lineal sin plantearse demasiado la cuestión de las variaciones cualitativas. La economía manejaba su sector, la política el suyo, etc. Pero luego vienen datos más complejos como la vivacidad axacerbada de la competencia, la rapidez de las transferencias de mercancías e informaciones, la multiplicidad de los inventos y la aceleración de sus efectos en la producción: la innovación en sí. El uso del cuerpo como fuerza mecánica de trabajo, ha sufrido una reducción brutal por efecto de la robotización y la automatización. Aparecen nuevas formas de trabajo basadas en la materia gris en interacción con la inteligencia artificial. En este sentido, la producción de la riqueza ya no moviliza de la misma forma la cabeza y las piernas. Rige un nuevo ritmo productivo. La maquinaria se vuelve flexible y el hombre también.

A la movilidad del “factor trabajo”, se opone la movilidad de la transformación personal: cambiar dos, tres o cuatro veces de oficio en la vida constituye una “movilidad” en el mismo sitio... y todo cambia en la relación con el espacio concreto. El desafío consiste en llegar a comprender cómo la innovación social, derivada de las prácticas productivas y culturales de cada uno en su lugar, interviene como elemento determinante de la organización de un sistema complejo de variables como el medioambiente, las relaciones sociales, la historia y las tradiciones locales, las relaciones de poder, etc.; cómo llegar a comprender por qué el territorio se hace más “móvil” pasando del plano mundial al local; como aprovechar la acumulación de la experiencia y la historicidad de una continuidad territorial; en definitiva: cómo poder lograr un desarrollo alternativo, o al menos alternativas al desarrollo inducido, un terreno virgen en el cual se puede experimentar con las diferentes maneras de organizar a la sociedad ( y que ella se organice a sí misma), así como a la economía, para superar los estragos de cinco decenios de “desarrollo”, desarrollo que obró creando anomalidades como los pobres, los excluidos, los analfabetos, los rezagados ...

El nuevo orden internacional

El resquebrajamiento del imperio soviético y la declinación del liderazgo económico de Estados Unidos, han gestado vacíos de poder que entorpecen la tarea de remodelar el orden internacional en tanto no se recompongan a fondo las relaciones políticas y económicas. Desde el decenio de los ochenta, la carga de los acomodos macroeconómicos se ha puesto casi exclusivamente sobre los hombros de las naciones en desarrollo. Además, la ayuda al Tercer Mundo baja o se estanca y se multiplican las presiones para uniformar políticas so pena de ser marginados de la comunidad económica de naciones. Demográficamente, la población mundial aumenta en casi mil millones de personas por década, y conforme a las proyecciones pasará a 11.000 millones en el 2025. Pero casi la totalidad de esa expansión, más del 90% se generará en los países del Tercer Mundo.

Además, las concentraciones urbanas en el Tercer Mundo han alcanzado (y esa situación se acentuará) proporciones desmesuradas por el doble efecto de las migraciones rurales y las elevadas tasas de fertilidad.  Los ecosistemas, por estar exhaustos y semidesnutridos, no admiten que el grueso de la humanidad, los marginados, ingrese fácilmente al desarrollo, no admiten que puedan borrarse los extremos presentes de  opulencia y pobreza, a menos que se transformen de raíz las bases tecnológicas de la producción. En el campo de  la producción comercializable, las ventajas comparativas dependen cada vez menos de la dotación original de recursos naturales y la abundancia de capitales o mano de obra, y mucho más de la tecnología aplicada en alcanzar la excelencia productiva en áreas seleccionadas de la producción.

De la misma manera, la revolución en las comunicaciones permite centralizar la planeación de la producción y descentralizar la manufactura, sea de partes, componentes o el ensamble final. Se establece así una simbiosis entre la globalización de los mercados y el progreso tecnológico. Se acorta de manera sensible la vida de los ciclos del producto y de los procesos de fabricación; surgen y decaen más rápido que nunca sectores completos de actividad; se abaten costos; se elevan la eficiencia y la productividad, y derriban barreras al ingreso de nuevos productores y a la participación de algunos países rezagados. Así todos los países quedan sometidos a un proceso continuo de ajuste en que los beneficios quedan con las economías que inician el cambio tecnológico y el grueso de los costos, en las sociedades que se acomodan de modo pasivo.

El Turismo

El turismo es hoy la primera actividad económica mundial en volumen de negocio y  participación en el producto global, por encima de la del petróleo, representando un 10% del PBI mundial y si bien falta afinar los instrumentos de valoración de esta estimación[2],  no hay duda de su peso e importancia en el empleo, el gasto de las familias y otros indicadores económicos. Fascinados por la Revolución Industrial, nuestro mundo se centraba en el trabajo percibiendo el ocio y su gestión como una compensación o un exceso. Fue necesario que gran parte de la economía mundial se desplazara a este nuevo terreno: el tiempo libre y sus prácticas, para darnos cuenta de su importancia.

El Turismo es la actividad que mejor caracteriza ese desplazamiento de la producción al consumo, del bien físico al intangible, y del espacio del trabajo al del ocio. Es la actividad donde la lógica de la producción y la lógica del ocio sufren penetraciones mutuas y donde se puede asumir con creatividad la reconversión laboral: la nueva sociomorfología profesional que nos impone la modernidad donde los servicios (sector terciario) pasan a tener una significativa preponderancia. Se estima que 200 millones de personas trabajan en el sector, cerca del 8% de todos los empleos del planeta. El turismo por sus características debe ser considerado como un sistema abierto sin perder de vista que es un fenómeno heterogéneo, multidimensional, complejo y de alta incertidumbre que requiere un tratamiento proactivo y la conjunción de múltiples actores públicos y privados.

Conectividad con el pasado

Como expresa Foucault (1997),   hubo un tiempo en que la arqueología como disciplina de los monumentos mudos, de los restos inertes, de los objetos sin contexto y de las cosas dejadas por el pasado, tendía a la historia y no adquiría sentido sino por la restitución de un discurso histórico; podría decirse, jugando un poco con las palabras, que, en nuestros días, la historia tiende a la arqueología, a la descripción intínseca del monumento.

De Historia(s)

El recorrido tradicional de cualquier investigación museográfica va del pasado al presente. Sin embargo la complejidad de los tiempos modernos induce a un recorrido a la inversa: del presente al pasado:

La relación de nuestra época con cada época del pasado es más importante que la relación de cada época del pasado con el resto del pasado. Dejemos que nuestros muertos entierren a sus muertos [...] (CHESNAUX, 1984, p 75).

La cuestión se resume en actuar conforme a las consecuencias de considerar a la arqueología como ciencia social, percatarse de que el conocimiento no viene exclusivamente de los objetos, sino que es producto de las relaciones humanas y que por lo tanto debe ser de utilidad también al público no especialista. En este sentido las nociones de tiempo e historia juegan un papel fundamental en el discurso arqueológico a través de las cuales podemos arribar a visiones alternativas del pasado, diferenciadas en sus supuestos ideológicos básicos y en el sector social del cual constituyen una expresión. De ahí que se pueda hablar de una teleología optimista, de una visión nostálgica (patria, familia y tradición), y de una historia crítica.  Esta visión crítica es la que me interesa destacar a los fines de la comparación de los museos tradicionales con los museos comunitarios[3] que se caracterizan por la (re)valorización de las fuentes orales y kinésticas, y por apostar al presente como punto de partida, al “observador” como participante en la construcción del conocimiento, al carácter colectivo, político y utilitario del mismo, a su contenido mítico y a la toma de partido por los sectores subalternos de la sociedad, contemplando sus intereses y sus necesidades. En cuanto a la historia sustentada en categorías que la conducen a una continuidad lineal, a una historia sin interrupciones (concepto tradicional), adhiero a Foucault en su postulación de una historia basada en una noción de discontinuidad que es a la vez instrumento y objeto de investigación.

Esta categoría de discontinuidad es al mismo tiempo, una operación deliberada del historiador, un resultado de la descripción histórica y un concepto metodológico, gracias al cual deja de ser el negativo de la lectura histórica (su envés, su fracaso, el límite de su poder), para convertirse en el elemento positivo que determina su objeto y la validez de su analísis […] (FOUCAULT, 1997, p. 11).

Así, la discontinuidad se despliega en un entramado de transformaciones diferentes, ligadas entre sí según esquemas de dependencia. La historia no es otra cosa que el análisis descriptivo y la teoría de estas dependencias. Para entender lo que se hace y se produce en un momento determinado, debemos tener en cuenta su contexto, ya que nada tiene significado fuera de él. Se trata de ver las cosas en su contexto, al mismo tiempo de ver cómo influyen sobre él, pues siempre actuamos desde y hacia contextos. De esta forma, en las nuevas tendencias museísticas, la arqueología, o sea la descripción del archivo, consiste en un conjunto de reglas que, en una época dada y para una sociedad determinada, definen los límites y las formas de su significación, conservación, memoria, reactivación y apropiación.

De Patrimonio(s)

Nos encontramos sometidos a una globalización heterogénea, compleja y multidimensional que afecta de diferentes formas a la economía, a la diplomacia, a la política, a la ciencia, al comportamiento social llegando hasta lo cotidiano de las personas y como tal repercute en  la cultura y por ende dificulta la definición del patrimonio en la medida en que éste es una abstracción hecha a partir de la propia cultura que lo integra y que lógicamente no es neutra ni en sus fundamentos ni en sus consecuencias. Desde este ángulo, el patrimonio se concibe no sólo como materialización de la memoria histórica de un pueblo o sociedad, sino como una experiencia y vivencia de un pasado que refleja las transformaciones sociales acontecidas en un contexto histórico y cultural determinado.

Se trata de lo que llamamos reflexión radical del patrimonio que consiste en desplazar el concepto de museo como soporte a un segundo plano privilegiando al patrimonio como ideas, valores e intereses que a través de la identificación y significación de los objetos, dan forma a una exposición museográfica. En la concepción tradicional en cambio, se tiende a identificar el bien arqueológico con el objeto y no con el contexto: lo que interesa es recuperar y extraer el bien y poco importa la salvaguarda y la documentación del conjunto, es decir de todos los componentes culturales y naturales que forman el depósito arqueológico Así el patrimonio se identifica con el objeto material y el museo con el lugar donde se muestran esos objetos.: “depósito de cosas viejas”. Esta es  una diferencia relevante.

El Patrimonio en sus múltiples manifestaciones: cultural, natural, (in)material, terrestre y sumergido, así como los paisajes culturales y los sitios mixtos, deben considerarse no sólo bienes a conservar o contemplar, sino que deberíamos modificar su percepción y concepción social proyectándolo a una visión integradora de la cultura hacia múltiples espacios y posibilidades desde las propias comunidades, trabajándolo en lo posible en cinco áreas: Educación, Cultura, Turismo, Medioambiente y un área de Solidaridad que tiene que ver con las buenas prácticas en sus diferentes intervenciones.  Sólo así estaremos en condiciones de preservarlo, promoverlo y reconocer su dimensión sustantiva en los procesos de desarrollo social con sus repercusiones en la economía o al menos en la articulación de los sectores productivos desde lo local a lo global pasando por lo nacional y regional. Asimismo deberíamos considerarlo un indicador relevante de la sutentabilidad ambiental y de las políticas integrales del desarrollo rural  y  urbano de un determinado territorio. En suma se trata del territorio como sujeto y palimpsesto y de la construcción social del patrimonio.

De Identidad(es)

Ayer  el territorio era considerado como soporte:

Ninguna comunidad puede constituirse como tal si no es haciendo referencia a un espacio habitable que posibilite un anclaje y sostenga ritos, mitos o simplemente un estar y un hacer. […]. (MAISIAN, abr. 2000, p. 9).

 No obstante por identidad, entiendo un sistema, lo que significa que su carácter unitario se mantiene aún cuando comprenda aspectos que pueden considerarse incongruentes entre sí.  El  presupuesto de unidad dice que hay una clase, un sujeto colectivo, caracterizable por los rasgos que son comunes a sus integrantes. Una de las fuentes de esa unidad, es la continuidad, que está representada en lo espacial y en lo temporal, hecho éste que tiene que ver con la historia: un lugar o varios en el que se ha desarrollado una ordenación de su peripecia vital. Por esa historia, los actuales sujetos se tienen por continuadores de aquellos a los que tienen como sus antecesores, siendo su situación actual heredada de estos últimos, y ella a su vez se proyecta hacia el futuro.

Esta continuidad en el tiempo vivida conscientemente por un grupo humano, generadora de una acumulación cultural en términos de sistemas de normas y valores, es la base de la constitución de la identidad colectiva. De esta manera el mundo sería un conjunto de pueblos cada cual con su modalidad y su territorio específico. Pero habitualmente el pasado cobra sentido para nosotros cuando lo vinculamos con nuestro presente, es más: el presente condiciona nuestra visión del pasado al mismo tiempo que nuestra visión del pasado es utilizada en la transformación de nuestro presente. Porque la memoria no es un asunto solo de preservar y conservar el pasado al estar éste siempre ya vuelto hacia el futuro. La memoria es un movimiento que siempre ocurre desde el presente, se dispara por las necesidades, las preguntas y las urgencias del presente.

Hoy, como afirma Garcia Canclini (1987), las nuevas modalidades de organización de la cultura , de hibridización de las tradiciones de clases, de etnias y de naciones, requieren otros instrumentos conceptuales. Para el autor, hoy todas las culturas son de frontera. Todas las artes se desarrollan en relación  con otras artes: las artesanías migran del campo a la ciudad, las películas, los videos y canciones que narran acontecimientos de un pueblo son intercambiados con otros. Así las culturas pierden la relación exclusiva con su territorio, pero ganan en comunicación y conocimiento. Por otro lado la búsqueda de mediaciones, de vías diagonales para gestionar los conflictos, da a las relaciones culturales un lugar prominente en el desenvolvimiento político.

La globalización afecta las relaciones interculturales y nos enfrenta a la disyuntiva de abrirnos a otras culturas o cerrarnos y aislarnos para defender la especificidad propia, o buscar alternativas. Esta dicotomía refleja la realidad latente pero la forma de situarnos frente a esta relación dicotómica es destacando la articulación de estos pares al interior de una comprensión compleja de la sociedad contemporánea. Los rasgos culturales pocas veces son “puros” u originales, pues llegan a ser propios de una comunidad a través de procesos complejos de adaptación por eso lo menos traumático sería, la “adaptación” de los aportes universalizables de otras culturas desde la propia, llegando así a nuevas síntesis.

No es fácil soportar los embates de la tan mentada globalización. Su ambigüedad nos hace sentir que estamos sobre un tembladeral: produce hibridación de ideas, valores y conocimientos, pero también, prejuicios y estereotipos que dividen, de ahí que debamos hablar también de  desintegración. En cuanto a los modelos culturales existe una reproducción  ya que  no son suplantados, sino mezclados y contaminados. En este sentido, nace en la política y en la cultura, una mentalidad puramente administrativa, tendiente a manejar el presente como conservación de los puntos seguros y no experimentación de lo nuevo. Lo nuevo, así concebido, determina “turbulencia y precariedad.” 

En Occidente, el temor no es la toma de poder mediante una rebelión de clase, sino el fantasma de  posibles invasiones desde el exterior, de poblaciones expulsadas de su territorio por la crisis de los sistemas políticos, lo que provoca una fragilidad de las fronteras geográficas y culturales así como la inseguridad de la identidad nacional, puesta a prueba duramente por la circulación regional e internacional. Todo esto deja en evidencia un eclecticismo étnico que está recorriendo todas las naciones. Esta turbulencia amenaza las raíces culturales y provoca el miedo a lo nuevo sentido como posible eliminación y no como creación de modelos originales aplicables a un territorio controlado. ¿Por qué no darle lugar a casos de hibridación creativa entre la tradición y la innovación?

Las vanguardias europeas, a principios del siglo pasado, revitalizaron el lenguaje del arte asumiendo modelos de culturas lejanas y primitivas, a través de un proceso  en el cual sus exponentes realizaban una operación de reproducción, interceptando fórmulas occidentales para injertarlas en el tronco inmóvil de sus tradiciones. A nivel local, las influencias universalizadoras incontroladas suelen vaciar nuestros contextos locales de acción , que necesitan una reordenación reflexiva, por parte de los afectados, aunque dichas reordenaciones también influyen, a su vez, en la universalización: pensar y actuar globalmente pero  rizomáticamente, he aquí la cuestión.

Como consecuencia, las transformaciones principales ocurren en el tejido  y la urdimbre de la vida cotidiana e influyen en la constitución de nuestras identidades personales. El  “yo” se convierte en un proyecto reflexivo, y gradualmente, el cuerpo también. La (a)ventura de una persona hoy,  radica en que debe descubrir, construir y mantener activamente su identidad. En otras palabras, la identidad pasa a ser elaborada como un proyecto de vida individual... La atomización y la multiplicidad de los distintos espacios de experiencia sin comunicación entre sí, no permite que los individuos se puedan formar una imagen unificada y coherente de sí mismos y del mundo en que viven.

Esta falta de identidad de los individuos consigo mismo y respecto de su sociedad, nación, región, mundo, crea una situación de pérdida de sentido. Urge pues, la necesidad de (re)creación de un mundo institucional que sea potencialmente capaz de integrar la diversidad de un universo simbólico de significados intersubjetivamente compartidos.  Esto es:  la  posibilidad  de  formar  un  mundo de   vida con la  estructura  de  un collage de tal modo que  se establezca una comunicación simbólica entre la multiplicidad de esferas distintas de experiencia pero sin que se anule la identidad de cada una en una totalidad. El collage permite precisamente esa relación entre fragmentos y totalidades sin tener que caer en la absolutización de ninguno de los dos: tiene una capacidad altamente integrativa, un contenido esencialmente simbólico y al mismo tiempo lleva implícito en su proceso de construcción la autodefensa contra el esclerosamiento de significados.

A propósito, no podemos soslayar los estudios regionales de la llamada Nueva Historia respecto a  otras subdivisiones territoriales diferentes del Estado. Recientes aportes nos muestran que asistimos a un cambio de la racionalidad regional Conceptos como distancia, fricción del espacio, y contigüidad, ligados a la definición práctica de región, han caído en desuso debido a la robotización, a la miniaturización y a la satelización. También el tamaño como criterio para establecer regiones, entró en una fase de obsolecencia. Hoy lo que interesa es la complejidad estructural de un territorio organizado. Así, la flexibilidad, la elasticidad y la maleabilidad, se vuelven requisitos indispensables de toda región moderna, por ser facilitadores de la entrada y salida de redes con velocidad y oportunidad. El motor de estas (a)venturas siempre es el hombre y la integración a un territorio, a una nueva forma de vida,  a un nuevo modo de desarrollo, etc.  Por todo eso la dialéctica de “los otros” en la salvaguarda de nuestra(s) identidad(es) es insoslayable. Quién puede permanecer inerte a estas realidades?

Otredad e Identidad

Para mi entender, el presente no es puro instante ni acontecimiento original, sino que es una trama vivencial donde el pasado inviste y proyecta sus significaciones. El escenario de esa trama vivencial es el mundo real, no el virtual. Parte de la población mundial ha cambiado los atlas y globos terráqueos por los medios de transporte especialmente los aviones que han contribuido inexorablemente a la disolución del espacio entre origen y destino de los viajeros, hoy mayoritariamente turistas. El espacio que hay que atravesar ha dejado de ser una parte esencial del viaje para convertirse en un mero trámite.

El Turismo ha perdido su carácter intangible, realiza movimientos de masas, movimientos demográficos de una intensidad sin igual. Es un sistema compuesto por flotas de aviones y cruceros entre otros medios, hoteles, restaurantes, bares, discotecas, etc. El Turismo al igual que otras industrias, cambia los paisajes naturales y urbanos, genera impactos y puede contaminar y transformar y aún cuando pretende “conservar”, está interviniendo en los paisajes a veces drásticamente induciendo a una gestión de la naturaleza y /o de la cultura “para fruición” de los visitantes. ¿Quiénes deciden?¿ Nosotros o “los otros”?

La civilización del ocio y del Turismo

Pasada la Revolución Industrial, el negocio en busca de nuevas vetas fue apropiándose del tiempo libre transformándolo en una nueva esfera para la disciplina de los cuerpos y las mentes y dando lugar a una nueva civilización por decirlo de alguna manera: la del ocio y del turismo.  Me refiero al ocio como un concepto lúdico inherente a todo ser humano, que cuando es creativo es  enriquecedor y forjador y  de un mejor ser, y al turismo como una nueva disciplina que debe integrarse a nuestro acervo científico.

Retóricamente, diferenciarse del consumidor de turismo parece mas importante que entenderlo y estudiarlo, pero sin embargo, “todos” tendemos a ser “expertos” en las formas de viajar y de mirar el país, la región , el mundo, situándonos en el mercado y en el espacio como turistas, buscando permanentemente nuestro lugar de destino macro o micro pero destino al fin de algunas vacaciones, fin de semana, feriado largo, etc. Esto sucede desde la demanda, desde la oferta es muy incipiente el intento serio y responsable de comprender las grandes relaciones sociales latentes en el turismo, así como el modo de producción que lo sostiene o las creaciones culturales que los simbolizan. Las poblaciones anfitrionas, en  este caso las latinoamericanas, cuando se organizan para recibir a los visitantes, lo hacen en forma casi naif sin tener los respaldos necesarios para que este sector no sea una problemática y pueda transformarse en  una actividad que propenda  al desarrollo local y por ende al mejoramiento de la calidad de vida de los habitantes de los territorios receptores.

La clase turista

En los tiempos que corren asistimos a un nuevo tipo de visitantes: hoy hacen turismo no solo las clases altas, sino también las medias, que lo hacen con otra lógica: de forma autogestionaria, en masa o individualmente, buscando lugares con diversiones y atracciones de feria, gastronomía y hotelería económicas entre otras apetencias de las más variadas y específicas. Generalmente se habla del “turismo” ingenuamente, sin comprender aún la magnitud de este importante fenómeno si tenemos en cuenta que conlleva movimientos demográficos globales de enormes proporciones.  Moviliza por año más de 500 millones de personas, llegándose a hablar de hasta 1.000 millones.

Las transformaciones que están produciendo estos movimientos demográficos, y los que vendrán en la economía, el medioambiente, el ordenamiento del territorio y sus recursos, la cultura y la relación entre diferentes pueblos, están entre los factores más importantes que ya marcan nuestro presente y seguirán su curso marcando nuestro futuro. La “clase turista” avanza sin encontrar resistencia y aunque minoritaria en relación a la población del planeta, es hegemónica en los países desarrollados y existe aún cuando no estamos viajando. La vemos en nuestra cotidianeidad, la forma de caminar por las ciudades, mochila al hombro; la forma de capturar paisajes, actitudes, costumbres con sus cámaras digitales; la forma de concebir el tiempo y su uso (desayunando al mediodía o almorzando a las cinco de la tarde por ej.), la forma de tratar a “los otros”.

Todo esto hace que nuestras vidas (hiper)organizadas y fragmentadas, nuestras historia(s), e identidade(es) se vean trastocados. En ese sentido es momento de preguntarnos: ¿propiedad o apropiación del Patrimonio? El patrimonio ha estado atravesado por la acción de tres tipos de agentes. El sector privado, el Estado y los movimientos sociales. La interacción entre estos sectores en cada período, es la que modela las contradicciones en el uso del patrimonio. La acción privada respecto al patrimonio, juega, generalmente, para sí a través de diferentes estrategias, siendo las contradicciones entre sus intereses más destructivas cuando hay ausencia de políticas públicas orientadas hacia la socialización del patrimonio, así como un marco legal que lo proteja del desarrollo económico desenfrenado, llámese destrucción del entorno ecológico, corrupción urbanística y/o pérdida de la cultura local. El Estado tiene una relación ambivalente con el patrimonio: a veces su interés en él es para frenar el saqueo especulativo, en otros casos es  por simple autocomplacencia escenográfica, y en otros es porque el alto prestigio de los monumentos es un insumo para legitimarse y obtener consenso. 

En este sentido el Estado es ejecutor, y  el museo en este contexto se relaciona con el poder y la nación: se trata de una museografía histórica nacionalista. En cuanto a los movimientos sociales, no hace mucho que la defensa y el uso del patrimonio son asuntos de su interés. Lamentablemente, estos temas no forman parte realmente, de la cultura política y mucho menos de los programas partidarios, ni siquiera de los de las agrupaciones progresistas, sólo aparecen como sustentos retóricos de diversas fachadas. Son los nuevos movimientos: desde los asociacionismos populares urbanos hasta los ecologistas que lentamente comienzan a apropiarse del patrimonio.  ¿De qué forma? Actuando a veces como locomotora y otras como freno de las diversas intervenciones.

El patrimonio natural y urbano en sus múltiples manifestaciones, ya no se percibe como responsabilidad exclusiva del Estado, además se tiene claro que sin movilización social no se consigue que los gobiernos lo vinculen con las necesidades actuales y cotidianas de la población, y finalmente se está arribando a la conclusión de que el rescate efectivo del patrimonio requiere una apropiación colectiva y democrática del mismo, para lo cual se necesita crear las condiciones no sólo materiales, sino las condiciones simbólicas de manera que todas las clases puedan compartirlo y encontrarlo significativo. Ayer, el patrimonio era cuestión exclusiva de los profesionales de la conservación/restauración por un lado, y del Estado protector/custodia por otro. Hoy, se incorporan tres actores más: la sociedad civil, el mercado y “los otros”, los turistas. Cómo lograr la homeostasis entre todos ellos y “mostrarlo” en los museos: divulgarlo. Esta es la preocupación.

Los nuevos pradigmas museísticos

Es  el museo el que mejor refleja el triple valor del Patrimonio: un valor formal que tiene que ver con la estética,  un valor simbólico significativo que tiene que   ver con las identidades y un valor de uso, que es el que más relación tiene con el Turismo. En lo que refiere al valor simbólico, se debe tener en cuenta que el de los signos es un mundo sutil pero poderoso, los signos son generadores de sociedad y cultura. Su importancia reside en su capacidad de revelarle algo al hombre. He aquí su vinculación con el patrimonio. En este sentido,  son tres los elementos que constituyen la semiosis: algo sobre lo que saber: un objeto; algo que denota el proceso: un signo; algo que ese signo nos puede revelar: un interpretante. Así pues este proceso nos da pie para afirmar que todos los objetos y situaciones son en todo caso, significables, o sea que son suceptibles de receptar significados diversos asignados por alguien en diferentes contextos, en diversos momentos históricos y desde distintos puntos de vista. Todo pasa por  el espacio mental que está entre la comprensión del ser individual y la comprensión del ser social y de su historia. Se trata de un espacio de tránsito, en donde la clave de lo social está en la historia personal y la clave de lo personal, en la transmisión del mito social. Esto es:  el museo como el patrimonio tiene una faz intangible, que se configura en acto en el momento mismo de la relación, relación que se instituye en la práctica, a partir de las relaciones de cada grupo social con los tiempos y espacios de la memoria individual y colectiva . En este nuevo escenario el público es un sujeto activo y participativo que interactúa con el mensaje expositivo. La exposición ya no es concebida como algo estático sino como un lugar de construcción de sentido y por lo tanto no brinda un único mensaje sino que éste es interpretado y resignificado por el visitante de acuerdo con sus vivencias y bagaje cultural, es decir, de acuerdo con su propia historia. Esto nos lleva a considerar el proceso de comunicación: cómo se dan en el presente las múltiples relaciones entre Museo y Patrimonio.

Porque el secreto de la historia no hay que buscarlo en la fijeza de las obras en que se cristaliza el trabajo pasado, sino en el incesante movimiento donde fluye y existe el trabajo viviente [...] (GILLY, 1984, p. 219).

Hoy nos enfrentamos a un nuevo paradigma comunicacional, que consiste en nuevas maneras de pensar sobre nosotros mismos, nuestra relación mutua y la sociedad en que vivimos. La comunicación es un proceso complejo de construcción de sentido cuyo contenido es la (in)formación. Esta (in)formación se realiza a través de diferentes medios como ser: el lenguaje, la escritura, los videoscasetes, los audiocasetes, los semáforos, las banderas, las señales de humo, y como dice Mc Luhan (1996)  la T.V., la rueda, el dinero y la ropa. Cómo comprender y divulgar el patrimonio en esta “aldea global”, donde todos los medios nos vapulean munuciosamente, y son tan penetrantes en sus consecuencias personales, políticas, económicas, estéticas, psicológicas, morales, éticas y sociales, que no dejan parte alguna de nuestra persona intacta, inalterada, y sin modificar.

En otro sentido pero en el mismo  plano, el museo no debería descuidar ninguno de los medios de comunicación para desarrollar el mensaje. Divulgar no es sólo comunicar, es además hacer reflexionar, provocar, comprometer al observador para finalmente interpretar. Los centros de interpretación por ejemplo, son excelentes pretextos para estas nuevas formas de exponer nuestro(s) patrimonio(s) a “los otros” pero principalmente a nosotros mismos pues si no lo(s) conocemo(s) mal lo(s) podemos promover.

La interpretación ofrece claves para una lectura del Patrimonio que proporciona a los visitantes un significado y una vivencia. Sus insumos: la investigación-documentación transformadas en información; sus objetivos son cognitivos, emotivos y actitudinales, siempre a través de buenas prácticas para poder convertir una visita en una experiencia única. El resultado: poder mostrar de una manera diferente y más atractiva la riqueza que ha supuesto la convivencia de distintas civilizaciones, la singularidad de las tradiciones, el carácter y modo de vida de las comunidades: el Patrimonio Inmaterial, marco de  nuevos museos como el de “la voz”, el de “la memoria”, el “del carnaval”, etc. El valor formal en cambio, tiene que ver con la estética, con la arquitectura de los museos.

En este sentido los modelos varían de acuerdo a las necesidades y especificidades de la colección que se quiera mostrar vinculado al tipo de patrimonio a comunicar (cultural, natural, (in)material, terrestre y sumergido. Por otra parte, es a partir del  Paisaje Cultural, conformado por el ambiente natural, y el artificial a través de los hechos urbanísticos y arquitectónicos, que se generan las bases para el desarrollo del turismo con su creación de riquezas. Hoy existe una renovación que debería profundizarse en el diseño, montaje y en la temática de los museos. Podemos hablar de los Museos interiores, en edificios construidos especialmente, en edificios históricos adaptados y en galpones; de los museos al aire libre; de losSite Museums”: museo de sitio (arqueológico o “museo en el local”), un museo concebido e implantado para proteger la propiedad natural o cultural, mueble o inmueble, en su lugar original, o sea preservada en el lugar en que fue creada o descubierta.

Algunos ejemplos de site museums: el museo ecológico, el etnográfico, el histórico y el arqueológico. Los ecomuseos, museos multidisciplinarios de ecología y medio ambiente natural y humano, gestionado por la comunidad de un territorio definido. La finalidad: preservar la cultura en su contexto para que a través del museo la comunidad pueda reencontrar su historia, su cultura y caminos de acción política. Los museos jardín: tienen edificios integrados al paisaje, alejados de los centros urbanos con jardines que constituyen verdaderos lugares de descanso. En muchos de ellos hay muestras integradas al paisaje.

Como se puede ver, la cultura en tanto  actividad humana puede ser  una variable de desarrollo, y el museo como instrumento de transformación de las sociedades, una herramienta apasionante. Me refiero al museo como factor de renovación urbanística, revitalización social y regeneración económica como lo es por ejemplo  el Museo Guggenheim de Bilbao. El valor de uso es el que más tiene que ver con el turismo, en este caso con el turismo cultural/natural contemporáneo que bien gestionado es capaz de atraer los recursos necesarios para preservar el Patrimonio y para que las comunidades receptoras se desarrollen de manera integral.

El turismo cultural es como un fetiche: atrae y atrapa al visitante que muchas veces no es consciente de lo que viene a visitar pero sí se siente motivado a ir a ese casco histórico Patrimonio Cultural de la Humanidad que aparece en una guía turística, en una página web, en una FIT, en una publicidad de una agencia de viajes, etc. Y una vez  en ese lugar, admira y respeta ese sitio, y los residentes si son conocedores de sus propia(s) cultura(s), atienden al turista de la mejor manera, orgullosamente, conscientes de que cada uno de ellos hace mover un engranaje: hoteles, restaurantes, comercios varios, empleos, transportes, entre otros, aunque se trate de un mochilero. El turismo cultural es lo que permite promover el Patrimonio Cultural en la globalidad y apropiárnoslo...  pero aún no nos hemos dado demasiada cuenta.

A modo de conclusión

Resulta un tanto paradójico hablar de conclusión, cuando estamos frente a un proceso contemporáneo, pues la díada Turismo-Patrimonio es abierta, dinámica y está en permanente construcción. Por otra parte, el Turismo Cultural tiene que ver con fenómenos  complejos y diversificados que requieren la aplicación de numerosas técnicas de análisis para su  gestión. En ese sentido es relevante tener en cuenta que  existe una gran asimetría entre los países de la demanda, los desarrollados, donde predomina el patrimonio material, monumental, y los países de la oferta, en este caso  los de América Latina, poseedores de un rico yacimiento de patrimonio inmaterial que debemos cuidar celosamente para preservar nuestra(s) identidad(es)  para lo cual se necesitan políticas  turísticas y culturales claras, responsables y contundentes. Porque la relación dialéctica que existe entre nosotros y “los otros”, es real y como tal nos impacta  ya que toda identidad es relacional y se define en función de la diferencia.

Lo importante es saber manejar esa relación de manera de “neutralizar” y capitalizar la otredad. Me refiero a la  multiculturalidad como polifonía y al patrimonio como coloquio, nunca como monólogo. El sentido, su valor simbólico surge del diálogo entre la “multitud” de “voces” que habitan el mundo. Dialoguismo y polifonía, de eso debe tratarse. Esta es la coreografía, los nuevos museos se tornan excelentes escenarios para materializar la memoria de las más diversas formas, pueden  representar todos los modelos culturales y todos los sistemas de pensamiento, de acuerdo a los valores y representaciones de las diferentes sociedades, en el tiempo y el espacio. A propósito, tenemos un marco normativo internacional (UNESCO) que de sólo considerarlo, constituye un invalorable insumo para la gestión del Patrimonio.

Es hora pues de aguzar nuestras responsabilidades desde los diferentes escenarios para lograr (re)crear el enfoque intelectual, el operatorio y el normativo  local, departamental, nacional, regional acorde con los nuevos contextos y los nuevos conceptos patrimoniales. En América Latina hemos pasado de sociedades dispersas en miles de comunidades campesinas con culturas tradicionales locales y homogéneas en algunas regiones con fuertes raíces indígenas poco comunicadas con el resto de cada nación, a una trama mayoritariamente urbana, donde se dispone de una oferta simbólica, heterogénea, renovada.

Es necesario la aplicación de criterios transversales desde los diferentes actores con responsabilidades en la gestión del Patrimonio en todas sus manifestaciones para poder atender esta(s) nueva(s) realidade(s) y así hacer que el Turismo como otredad sea una oportunidad y el Patrimonio como identidad, una fortaleza. Este sería el mejor escenario para todos los involucrados porque esta irrupción de “los otros” debe tener un correlato político entre otras razones porque  el diseño de estrategias en estas instancias, adquiere un alto valor político en la medida que está en juego un abanico de opciones y no un mero determinismo tecnológico. Opciones que dependen de la existencia de una masa crítica mínima de sujetos, instituciones, concertaciones, iniciativas e innovaciones locales y nacionales, así como de sus relaciones con los agentes y procesos supralocales y supranacionales. Comprender todo esto requiere objetividad, audacia, y la superación de prejuicios ideológicos. He aquí el desafío.

Referencias

AROCENA, José. El desarrollo local: un desafío contemporáneo. Venezuela, Nueva Sociedad, Mayo, 1995.

AA VV. El público como propuesta. Cuatro estudios sociológicos en museo de arte.México, INBA, 1987.

BALLART, José. El patrimonio histórico y arqueológico: valor y uso.  España: Ariel, 1997.

BENI, Mario Carlos. Analise estrutural do turismo. Sâo Paulo: SENAC, 1997.

BOISIER, Sergio.,  Territorio, Estado y Sociedad. Santiago de Chile: Pehuén, 1991.

____. La mesoeconomía territorial: interacción entre personas e instituciones. Santiago, ILPES, Documento 95/26.

BOULET, Michel. Hacia una definición de la semiótica. In: Relaciones, n. 61, junio, 1989. (Dir. PACIUK, Saúl, Mdeo. Periódica s.r.l.).

CHESNAUX, Jean, ¿Hacemos tabla rasa del pasado? A propósito de la historia y los historiadores. Buenos Aires: Siglo XXI, 1984.

CASTELLS, Manuel. Hemos creado un autómata: el mercado financiero global. La Nación, Buenos Aires, Sección 7, p. 3,  marzo, 11 de 2001. (Suplemento Cultural).

CIMET, Esther y GULLEO, Julio.  El público de Rodin en el Palacio de Bellas Artes. In: AA VV: El público como propuesta. Cuatro estudios sociológicos en museos de arte. México: INBA, 1987.

CHESNAUX, Jean. ¿Hacemos tabla rasa del pasado? A propósito de la historia y los historiadores. Buenos Aires: Siglo XXI, 1984.

CHOMSKY, Noam. El nuevo orden mundial (y el viejo). Barcelona: Crítica (Grijalbo), 1991.

DELFINO, D. y RODRIGUEZ, Pablo. Usos del pasado: la construcción del patrimonio arqueológico. In: PUBLICAR, Antropología y Ciencias Sociales, Nº 2 , 1992.

____. El arqueólogo como productor de historias: la versión crítica del pasado en la sociología socialmente útil. In:  II Jornadas-Taller: El uso del pasado: Pasado= identidad?. La Plata. Del 6 al 8 de mayo de 1992.

ECO, Umberto. Los límites de la interpretación. Barcelona: Lumen, 1998.

FOUCAULT, Michel. La arqueología del saber. Mexico: Siglo XXI, 1997.

FRANCO, Gloria; MARTINEZ, Alvaro. Aproximación al estudio de la museología y los museos.  Uruguay: ICOM/Publicaciones Universitarias, 2001.

FEILDEN, Bernard; JOKILEHTO, Jukka. Manual para el manejo de los Sitios Culturales del Patrimonio  Mundial. Bogotá: Instituto Colombiano de Cultura, 1995.

GABETTA, Carlos. Ciudadanos del mundo, uníos, (el rol de las asociaciones civiles). In: Trespuntos, Buenos Aires: Antártica, año 1,  n. 6, 14 de agosto, p. 50-51, 1997.

GARCIA CANCLINI, Nestor. ¿Quiénes usan el patrimonio? Políticas culturales y participación social. México, oct. 1987. (Ponencia presentada en el simposio sobre patrimonio y política cultural para el siglo XIX).

GILLY, Adolfo. La historia como crítica o como discurso del poder. Buenos Aires: Siglo XXI, 1984.

LUMBRERAS, Luis. Guía para museos de arqueología peruana. Lima: Milla Batres, 1983.

Mc LUHAN, Hebert Marshall. Understanding edia: extensions of man. New York: Signet Book, 1996.

MAISIAN, Jordana. Relaciones, n. 187, p. 8-9, abr. 2000. (Serie: Zabala o la plaza-inventario - Dir. PACIUK, Saúl], Mdeo., Periódica s.r.l.)

MONTANER M., Jordi. Psicosociología del Turismo. Madrid: Síntesis, 1996.

MORALES MORENO, Luis Gerardo. Desafíos de la museología contemporánea: La “desovietización” museográfica de México. In: La (indi)gestión cultural. Buenos Aires: Circus, 2002.

RODRIGUEZ VILLASANTE, Tomás. Asociacionismo urbano. Relaciones, N. 107, abr. 1993, p. 8-9. (Serie: ser urbano (III) - Dir. PACIUK, Saúl, Mdeo., Periódica s.r.l.) 

SIMMEL, Georg. El individuo y la libertad. Ensayos de la cultura. Barcelona: Península, 1986.

STHOR, W. Estrategias de desarrollo local para hacer frente a la crisis global. EURE, Santiago, v. XVIII, n. 55, p. 5-1, 1992.

WETTSTEIN, Germán. Las metáforas latinoamericanas. Relaciones, Montevideo, n. 104-105, p. 6-8, ene.-feb., 1993.

 

Convenciones

UNESCO. Convención sobre la protección del patrimonio mundial, cultural y natural.  Paris, 16 de noviembre de  1972.

UNESCO. Convención para la salvaguardia del patrimonio cultural inmaterial. Paris,  17 de octubre de 2001.

UNESCO. Convención sobre la protección del patrimonio cultural subacuático. Paris, 2 de noviembre de 2001.

UNESCO. Convención sobre la protección de la diversidad de las expresiones culturales. Paris, 20 de octubre de 2005.

Declaratorias

DECLARACIÓN DE QUÉBEC: principios básicos de una nueva museología. Québec, 12 de octubre de 1984.



[1] Diretora del Grupo de Amigos del Barrio Histórico de Colonia del Sacramento - GADBHI. Técnica Universitaria de Turismo egresada de la Universidad de la República, Uruguay. E-mail: tania@internet.com.uy

[2] En general la información estadística disponible sobre las repercusiones económicas del turismo, es escasa, pero hoy existe un instrumento llamado Cuenta Satélite de Turismo que puede permitir cuantificar la incidencia total económica del turismo.

 

[3] El museo comunitario es un espacio donde la comunidad realiza acciones de adquisición, resguardo, investigación, conservación, catalogación, exhibición y divulgación de su patrimonio cultural y natural, para rescatar y proyectar su identidad fortaleciendo el conocimiento de su proceso histórico a través del tiempo y del espacio. Su fuerza de base se sustenta en el apoyo de las organizaciones civiles y culturales de la comunidad.